RELACIÓN JUEGO Y
APRENDIZAJE
En
contra de la opinión popular, el juego tiene un importante papel en
el desarrollo psicológico de las personas.
El
juego, inherente al ser humano, es una actividad placentera,
espontánea y voluntaria. Nos permite obtener placer y diversión,
produciendo un efecto relajante o activador (según el caso). Además
de ser un excelente medio de evasión de la realidad, el juego tiene
otras funciones.
Importancia
del juego
Las
actividades lúdicas permiten al niño/a explorar y descubrir el
mundo, así como socializarse. Modelar barro, jugar a las cocinitas,
a construir una cabaña, etc. son actividades que sirven de
preparación a otras que realizaremos en el futuro. No cabe duda de
que las canciones y bailes, el dibujo, los juegos con arena, tierra o
plastilina, son el caldo de cultivo de actividades deportivas y
artísticas posteriores.
El
juego espontáneo fomenta la comunicación, cooperación e
integración entre iguales, así como la adquisición progresiva de
normas, sentando además las bases de la amistad. Por otro lado,
ayuda a la transmisión de los valores socioculturales de nuestro
grupo de referencia.
Un
adecuado desarrollo psicológico dependerá de las posibilidades de
juego existentes durante la infancia. Según la Declaración de los
Derechos del Niño (ONU), el niño ha de disfrutar plenamente de
juegos y recreaciones. La actividad lúdica influye en el desarrollo
psicomotor y emocional (por ejemplo en la tolerancia a la frustración
o el reconocimiento de emociones en los demás y regulación de las
propias, etc.). El juego condiciona el desarrollo cognitivo ya que
permite explorar, crear, inventar e imaginar, favorece la atención,
la lógica y el lenguaje.
Por
estas razones, el juego tiene un importante valor terapéutico,
siendo habitual utilizar actividades lúdicas como herramienta en las sesiones de
intervención psicológica y psicopedagógica con niños/as y
adolescentes.
También es utilizado como recurso en la evaluación.
Evolución
del juego
Desde
los primeros meses, observamos que el bebé inicia conductas por el
mero placer que le producen, como sonidos vocales y guturales
o coger y soltar objetos, golpear un objeto contra otro, etc. Hacia
los dos años aparece el juego simbólico (“hacer como si”).
Es el momento en el que el niño/a coge un palo y hace como fuese
un avión, representa que toma la sopa o que duerme a su osito, habla
por teléfono, etc. imitando a los adultos. Este tipo de actividad
nos permite saber cómo se encuentra el niño/a y cómo nos ve a
nosotros, ya que actúa imitándonos.
Hacia
los tres años es el momento del juego de movimiento (correr, dar vueltas, brincar, etc.), que
facilita aspectos como la coordinación gruesa o el equilibrio. A los
cuatro años llega el turno de los juegos que favorecen la
coordinación fina (ojo-mano): estrujar, rasgar, cortar y pegar,
amasar o dibujar. Estas actividades lúdicas se complementan con
otras de la vida cotidiana como la escritura, atarse los botones y
cordones, utilizar los cubiertos, etc. Son típicos los juegos de
“desorden” o “destrucción” que buscan
claramente el placer sensorial y motriz.
En
torno a los 5 ó 6 años, cobran importancia los juegos de
construcción y las actividades lúdicas con
reglas
arbitrarias (confusas o cambiantes), que fomentan la capacidad
espacial y de planificación.
Entre los 6 y 7 años se desarrollan
los juegos relacionados con la
vida real, en los que hay
varios personajes y que presentan mayor orden y duración, lo que
prepara para la cooperación.
Entre
los 8 y 11 años aparecen los juegos de reglas, en los que hay
unas normas fijas y es necesaria la cooperación entre los jugadores.
Progresivamente estos juegos reglados adquieren mayor complejidad
hasta llegar a los juegos de adultos.
Cómo elegir un
juguete
En
ocasiones, el juego se estructura en torno a un juguete. Si queremos
ofrecer al niño uno, debemos tener en consideración algunos
aspectos:
Edad
Preferencias del
niño/a
Que se acerque a sus
intereses
Debe respetar las
normas de seguridad
Posibilidades de uso
(conviene que sea un juguete “abierto”, que permita utilizarlo
de diversas maneras, fomentando la creatividad)
Que favorezca la
manipulación y el descubrimiento
Que ayude a
expresarse y comunicarse
Que facilite el
contacto con otros niños/as o con adultos
Que evite la
competitividad y las connotaciones belicistas
Verónica Lamadrid
Psicóloga Especialista en Intervención en Dificultades del Aprendizaje
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